El 4 y 5 de noviembre de 2005, la ciudad fue sede de la IV Cumbre de las Américas. Líderes de todo el hemisferio debatieron el futuro político y económico de la región. El “No al ALCA” marcó un quiebre inédito. Esos días, todas las miradas del continente estuvieron sobre Mar del Plata.
Hace veinte años, Mar del Plata fue el centro del planeta. Durante dos jornadas, el 4 y 5 de noviembre de 2005, la ciudad se transformó en el epicentro de la política internacional al albergar la IV Cumbre de las Américas, el acontecimiento diplomático más importante de su historia. Más de treinta presidentes se reunieron en el Hermitage Hotel para debatir el futuro del continente y definir el destino del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsado por Estados Unidos.
La magnitud del evento, la trascendencia de sus debates y los desenlaces que allí se gestaron dejaron una huella indeleble en la memoria colectiva. A dos décadas de aquellas jornadas, Mar del Plata vuelve a mirar hacia atrás, con la distancia necesaria para dimensionar lo que significó esa cumbre que la colocó en la vidriera del mundo.
El 10 de febrero de este año, LA CAPITAL publicó el suplemento especial “Mar del Plata ciudad cumbre”, un gran material de archivo que recopila, a 20 años, las múltiples aristas de aquel encuentro histórico.
Es que la IV Cumbre de las Américas fue, sin dudas, un punto de inflexión. No sólo por la presencia de líderes de la talla de George W. Bush, Lula da Silva, Néstor Kirchner, Vicente Fox o Hugo Chávez, sino también por las definiciones que surgieron del debate más intenso de la historia reciente del hemisferio.
El “No al ALCA”, impulsado por los países del Mercosur y Venezuela, se transformó en un símbolo. La negativa rotunda de los presidentes sudamericanos al proyecto norteamericano significó un giro en la política regional, un quiebre que reconfiguró alianzas y estrategias de desarrollo. Fue, también, la victoria de una mirada latinoamericana sobre el futuro del continente.
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Nunca en la historia de la ciudad se había realizado una reunión internacional de esas características. El Hermitage Hotel se convirtió por esos días en el corazón político de América. Allí convivieron presidentes, cancilleres, asesores, agentes secretos y periodistas de todo el mundo. Los salones Doré y Colón fueron escenario de las reuniones más tensas, las conferencias de prensa más esperadas y las decisiones más trascendentes.
George W. Bush ingresando al Hermitage, donde fue recibido por su titular, Florencio Aldrey.
La mañana del 4 de noviembre, George W. Bush llegó al Hermitage y fue recibido por el titular del hotel, Florencio Aldrey Iglesias.
En el salón Doré se desarrolló la bilateral con Néstor Kirchner. Ambos mandatarios, escoltados por sus equipos y traductores, intercambiaron puntos de vista en un diálogo calificado como “claro, sincero y crudo”.
Kirchner definió el encuentro como “una conversación sin placidez, pero con verdad”. Bush, en cambio, insistió en que Estados Unidos sólo apoyaría a los países que “respetaran las reglas del mercado y combatieran la corrupción”.
Kirchner y Bush se vieron las caras en un encuentro de casi 50 minutos que estuvo cargado de tensión.
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El acto de inauguración oficial de la Cumbre se realizó el viernes 4, a las 17, en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium, mientras que a pocas cuadras de allí recrudecían los hechos de violencia que se produjeron en la marcha de la contracumbre (ver más adelante). Por su parte, los mandatarios se dirigieron al Hermitage Hotel, sede de las deliberaciones, para posar en la foto de familia realizada en la terraza.
Pero en la previa de los plenarios y de la inauguración oficial, Kirchner y Bush se vieron las caras por la mañana durante una reunión de 50 minutos en un salón de la planta baja del Hermitage.
El presidente argentino calificó el cónclave como “muy claro, sincero y crudo”. Algunos testigos revelaron incluso “cierta tensión”.
En una conferencia de prensa, Kirchner resaltó que en la reunión “no se buscó placidez, sino la verdad”. En relación al ALCA, planteó que “no servirá cualquier integración, pues no se puede optar por un camino de prosperidad en una sola dirección que no beneficie a todas las partes involucradas”.
Néstor Kirchner tuvo una reunión privada con el por entonces mandatorio de EE.UU. George Bush.
Bush fue más directo al referirse a las diferencias sobre el documento final de la Cumbre. Sin mencionar explícitamente al ALCA, puntualizó que Estados Unidos estaba decidido a favorecer las inversiones en todos aquellos países que tomaran “decisiones sabias” que atrajeran a las empresas, como respetar las reglas de juego de los contratos firmados y combatir la corrupción.
Entrada la tarde, a las 16.30, Kirchner brindó el discurso de apertura de la Cumbre en el Teatro Auditorium. Allí criticó a los organismos financieros internacionales por imponer recetas que conducen al “fracaso” de los países que las aplican.
Con el correr de las horas, la tensión se avivó: las pretensiones de Estados Unidos chocaron con la firme decisión del Mercosur. Esa falta de acuerdo generó fricciones.
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La declaración final de la Cumbre corrió serio peligro durante la segunda jornada. El último plenario debía finalizar cerca del mediodía, pero las discusiones se extendieron hasta las 19 debido a la falta de consenso.
“¿Hay consenso o no?”, era la pregunta que sobrevolaba los rincones del Hermitage. No había antecedentes de algo parecido en cumbres anteriores.
“Si nos tenemos que quedar toda la noche, lo haremos”, desafió Chávez tras un intervalo. El entonces presidente venezolano reconoció, años después, que tuvo a su cargo la tarea de “hablar y hablar” para dilatar aquel debate, en busca de “cansar al gobierno de Estados Unidos”.
La batalla diplomática culminó con la posición inflexible del Mercosur y de Venezuela de rechazar el ALCA, frente a la postura de Estados Unidos y del resto de los países que impulsaban el tratado de libre comercio continental.
El “no” se impuso, y el ALCA quedó “enterrado” en Mar del Plata.
La derrota de Estados Unidos quedó reflejada en una frase célebre de Bush antes de despedirse: “Estoy un poco sorprendido. Acá pasó algo que no tenía previsto”.
La Cumbre abundó en intensos debates y estuvo a punto de terminar sin una declaración final.
La IV Cumbre de las Américas podría resumirse en dos fotos: la de los violentos incidentes en las calles de Mar del Plata, y la de los 33 jefes de Estado y de Gobierno en la terraza del Hotel Hermitage, una imagen a priori “risueña” que recorrió el mundo, pero que se obtuvo en medio de fuertes tensiones y bajo presunto riesgo.
Víctor Bugge, fotógrafo histórico de la Casa Rosada desde 1978 y actual jefe de fotografía, fue el encargado de hacer aquella foto oficial en la tarde del viernes 4 de noviembre de 2005.
La clásica foto de todos los mandatarios, en la terraza del Hermitage Hotel.
La terraza del hotel había sido el punto neutral elegido por Cancillería para tomar aquella imagen. “Por razones de seguridad, era el lugar adecuado: podía resolverse dentro del hotel, subiendo por el ascensor, sin necesidad de hacer traslados. Además, el fondo estaba resuelto: la postal de Mar del Plata”, resumió el profesional detrás de la cámara al recordar aquella foto casi 20 años después, en diálogo con LA CAPITAL.
Aquella foto no demoró en recorrer el mundo y mostró mucho más que a 33 jefes de Estado juntos. Terminó reflejando, sin preverlo, el rechazo y “entierro” de los presidentes latinoamericanos al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Reporteros gráficos del país y del mundo fotografiaron a los presidentes la terraza del Hermitage Hotel.
Sin embargo, la foto oficial original pudo haber sido otra, al menos levemente diferente. Antes de la toma, de manera imprevista, hubo que correr el escenario, ya que el Servicio Secreto temía que pudiera haber francotiradores en el Muelle de Pescadores, a pesar de toda la seguridad dispuesta. Así que hubo que desarmar todo el escenario y correrlo, anulando la visión desde ese lugar.
Aquella foto se tomó el mismo día de la histórica contracumbre y de los violentos incidentes que se apoderaron de las calles.
📰 Ver: El café de Chávez, Maradona en el tren y la seguridad de Bush
Durante la Cumbre, Mar del Plata se transformó en una fortaleza protegida por vallas, aviones, helicópteros y buques. La llegada de George W. Bush, y otros mandatarios de la región desató un despliegue de seguridad sin precedentes en noviembre de 2005.
Vista de la peatonal vallada y totalmente vacia, por las medidas de seguridad en el marco de la IV Cumbre de las Américas.
Las zonas céntricas se convirtieron en un laberinto de controles y restricciones, con escaso tránsito y vigilancia extrema. Desde el 31 de octubre, Mar del Plata quedó dividida en dos: el interior, resguardado por un cerco de protección, y el exterior, donde la vida siguió marcada por la incomodidad y la inquietud.
El perímetro restringido abarcó unas 250 manzanas —entre las avenidas Juan B. Justo, Luro, la calle Corrientes y la costa—. Cerca de 60 mil personas debieron sortear rigurosos controles para circular, mostrando credenciales y documentos.
El Hermitage lució “blindado” durante las jornadas de la Cumbre. Agentes policiales, de seguridad y servicios secretos en una tarea conjunta.
Comercios y colegios cerraron, los colectivos modificaron recorridos y los vecinos debieron adaptarse a una nueva rutina. La policía bonaerense, con más de 4.000 efectivos, formó el primer anillo de seguridad; Gendarmería y Policía Federal se encargaron de los anillos siguientes, mientras las Fuerzas Armadas controlaron el espacio aéreo y marítimo. La Prefectura custodió el puerto y la costa.
Previo al evento, agencias como la CIA y el FBI realizaron tareas de inteligencia desde edificios estratégicos. Para proteger a Bush, el operativo fue casi cinematográfico: el presidente arribó poco antes de las 20 del 3 de noviembre a bordo del “Air Force One”, acompañado por su esposa Laura y su comitiva.
Durante su llegada, se interrumpieron las comunicaciones de radio y celulares, y el espacio aéreo fue cerrado por completo. El recuerdo del atentado del 11 de septiembre aún estaba fresco.
📰 Ver: Discursos que quedaron en la historia de la política mundial
En paralelo a la IV Cumbre de las Américas se realizó la “contracumbre” o III Cumbre de los Pueblos. La participación de Diego Maradona y del presidente venezolano Hugo Chávez son los aspectos más recordados del encuentro, que reunió a representantes de todo el continente.
Sin la Cumbre de los Pueblos, realizada en forma simultánea con la Cumbre de las Américas, “no hubiese sido posible el rechazo al ALCA”, aseguraron los historiadores.
Asistieron unas 12 mil personas que, durante tres días y bajo el lema “Otra América es posible”, debatieron en foros y talleres una forma alternativa de integración, opuesta a las políticas impulsadas por Estados Unidos.
Chávez fue el principal orador del gran acto realizado en el estadio Minella. A su lado estaban Maradona, el dirigente cocalero Evo Morales -quien poco después sería elegido presidente de Bolivia-, Hebe de Bonafini (Madres de Plaza de Mayo), Luis D’Elía (Federación de Tierra y Vivienda) y el entonces diputado Miguel Bonasso, presentado como organizador principal.
Diego Maradona junto al entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien pronunció un encendido discurso durante la Contracumbre.
El movimiento fue enorme. Muchos, como Maradona, Evo Morales y el cineasta Emir Kusturica, llegaron en el “Tren del Alba”, junto a numerosas personalidades de la cultura, la política y el deporte. La llegada del tren fue seguida por una marcha que unas 35 mil personas realizaron hasta el estadio, bajo una lluvia persistente. Según la crónica de la fecha, la Policía Bonaerense informó que los manifestantes habían arribado en 100 ómnibus, 50 combis y varias formaciones de trenes.
La Cumbre de los Pueblos o Contracumbre se cerró el 4 de noviembre con asistencia multitudinaria en el estadio mundialista José María Minella.
Maradona fue excluido estratégicamente de la “Marcha por la Dignidad” para evitar tumultos como los que se produjeron con la llegada del tren. Dentro de la variopinta columna, sorprendió la presencia de un “bombista” destacado: el músico Manu Chao.
La primera piedra voló a las 17.29 de aquel 4 de noviembre. El cielo de Mar del Plata -donde aún resonaba la épica de la concentración en el Minella- se pobló de piedras y gases lacrimógenos. Luego llegaron las bombas molotov, los encapuchados, los incendios, las detenciones y dos bandos bien definidos: los que se indignaron y los que se enorgullecieron.
Marcha hacia la III Cumbre de los Pueblos, realizada en el Estadio Mundialista de Mar del Plata.
Los incidentes, que marcaron a fuego la Cumbre tanto como sus consecuencias geopolíticas, parecían inevitables desde que se confirmó la presencia de George W. Bush. En la cumbre anterior, en Canadá, había habido 500 detenidos. Por eso se implementó un triple anillo de seguridad, con vallas alrededor de la zona de deliberaciones, un área de exclusión y, más allá, un tercer perímetro. Tras ese vallado, a la altura de Colón y Corrientes, empezaba la “ciudad liberada”.
La contracumbre en el estadio había finalizado a las 15. La multitud se reunió luego en Juan B. Justo e Independencia, en una marcha convocada por piqueteros y agrupaciones de izquierda. Avanzaron hasta Colón y de allí hasta las vallas de Corrientes. La columna llegó a tener seis cuadras de largo. En el trayecto se quemaron banderas estadounidenses y un pequeño grupo comenzó a golpear las vallas, lo que derivó en la respuesta policial con gases lacrimógenos.
Mientras la columna principal se dispersaba, unos 200 a 300 manifestantes lanzaron piedras, botellas y bombas incendiarias. Incendiaron el Banco Galicia y varios comercios, destrozaron vidrieras y levantaron barricadas con muebles de los locales vandalizados. En la siguiente hora destruyeron un videoclub, un local de alfajores Havanna e intentaron incendiar la sede de Telefónica.
La policía avanzó y los manifestantes retrocedieron hasta Colón e Hipólito Yrigoyen, donde continuaron los destrozos. El enfrentamiento terminó con 64 detenidos -entre ellos dos periodistas extranjeros- y cuantiosos daños materiales. El entonces intendente Daniel Katz aseguró que el Estado nacional asumiría los costos y calificó los hechos como obra de un grupo minoritario que “no representaba a nadie”.
Una semana después, el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanián, presentó ante la Justicia un informe de inteligencia policial con fotos de los incidentes. Allí se mencionaba, entre otros, a los dirigentes Alberto “Chacho” Berrozpe y Oscar Kuperman. Ambos enfrentaron un largo proceso judicial. Tras varias idas y vueltas, y la suspensión de juicio a prueba para Berrozpe, la causa se cerró con tareas comunitarias en un comedor y un vivero.
El puente que en 2005 se incorporó a la panorámica marplatense se llama “Presidente Arturo Umberto Illia”, pero las costumbres populares lo hicieron conocido como el “de los candados”.
Una vez que Mar del Plata fue elegida sede de la IV Cumbre de las Américas, se proyectó, licitó y concretó una serie de obras centradas en infraestructura y seguridad, muchas de las cuales aún se disfrutan hoy. En la memoria popular quedaron el puente peatonal de Punta Iglesia, el mástil de la rotonda del Golf de Playa Grande y el arco de la diagonal Alberdi, en el entonces llamado Paseo de las Esculturas.
Entre las principales mejoras se destacaron la ampliación de la autovía 2 hasta la avenida Luro, la modernización del aeropuerto (entonces “Brigadier de la Colina”), obras de iluminación, remodelación de plazas y la puesta en valor de espacios emblemáticos como el Paseo de las Américas, Punta Iglesia y Playa Grande.
El arco construido para la Cumbre de 2005 se resignificó después del Mundial de Qatar, en 2022, con la gigantografía del arquero marplatense Emiliano “Dibu” Martínez.
También se realizaron trabajos de equipamiento y alumbrado en Plaza España, Paseo Alfonsina Storni, Plazoleta de Luro y Entre Ríos, Plaza Colón, Parques San Martín y Primavesi, Playa Chica, el Paseo Base Naval, el acceso a la Escollera Norte y la rotonda del Golf, donde se levantó un mástil de casi 20 metros.
La iluminación ornamental alcanzó además el cantero central de la avenida Constitución, el perímetro del Cementerio de la Loma y el Paseo Jesús de Galíndez, completando un plan de mejoras urbanas que transformó la ciudad en vísperas de la cumbre.
28.544 fueron las personas que llegaron a la ciudad para la IV Cumbre de las Américas; 7.500 participaron de la III Cumbre de los Pueblos.
10.000.000 de pesos invirtió la empresa de energía para potenciar a Mar del Plata y la zona de influencia.
6.971.754 millones de dólares gastaron las 28.544 personas que llegaron a la ciudad por la Cumbre.
600 puestos de trabajo tuvo el Centro Internacional de Prensa instalado en el Paseo Hermitage.
200 PC con internet e impresoras se instalaron en la sala de prensa y otras 40 PC con internet estuvieron destinadas a los reporteros gráficos. Hubo 100 conexiones fijas a internet y otras 10 inalámbricas, 200 teléfonos, 8 fotocopiadoras.
140.000.000 de pesos se invirtieron en obras para la IV Cumbre de las Américas.
1.596 periodistas acreditados.
828 comunicadores argentinos, de los cuales 242 pertenecieron a medios marplatenses.
140 periodistas fueron traídos por el gobierno norteamericano, 20 de los cuales llegaron con el presidente George Bush en el Air Force One.
5.000 dólares debieron abonar los periodistas norteamericanos que abordaron el avión presidencial.